Las ejecuciones hipotecarias -embargos- de viviendas habituales iniciadas en los registros se dispararon en el segundo trimestre del año un 253,2%, hasta las 3.243, la cifra más alta de los últimos cuatro años, según los datos publicados ayer por el INE. Las ejecuciones hipotecarias sobre viviendas concentraron el 60,4% del total de los embargos durante el periodo y el 33,2% del total son viviendas habituales de personas físicas.
«Las personas están pasando dificultades para afrontar el pago de las hipotecas», ha señalado esta misma semana en un comunicado Ignasi Vives, abogado del despacho Sanahuja Miranda. «La onda expansiva de la Covid-19 va aumentando su radio mes a mes y las ejecuciones hipotecarias de viviendas habituales están subiendo con fuerza», explica Vives. Y a los préstamos que más está castigando es a los firmados durante la época del «boom» inmobiliario. Según la estadística, el 45,9% de los embargos corresponde a hipotecas inscritas en los años 2005, 2006, 2007 y 2008. Con especial incidencia en 2007, que acumula el 16,5%
Un procedimiento de ejecución hipotecaria no tiene que acabar en un desahucio. «Mediante una ejecución hipotecaria, se ordena la venta de un bien inmueble gravado con una hipoteca por morosidad del deudor», explica Vives. El mecanismo es «un paso que ejerce el prestamista para reclamar la propiedad», acción que puede acabar en un acuerdo para ponerse al corriente de pagos o dar la casa en dación de pago o, de no darse estas situaciones, acabar en desahucio.
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