En 2011, el director de cine estadounidense Steven Soderbergh estrenó la película Contagio, en la que un virus importado desde Hong Kong en un viaje de negocios acaba provocando 2,5 millones de muertes en Estados Unidos y 26 millones en todo el mundo. Hasta hace un mes podríamos catalogarla como “otra fantasmada de película americana”, pero lo cierto es que eriza el vello comprobar las similitudes que tiene con la situación actual. Sin intención de hacer spoiler, es muy descriptivo cómo se produce el primer contagio del paciente cero, una transmisión fortuita que pasa de animales a humanos, como la que dio origen al COVID-19, como las que ya han tenido lugar en el pasado (recordemos la gripe aviar y la gripe A, o gripe porcina), y como las que los expertos vaticinan que seguirán sucediéndose en el futuro.
Es decir, la humanidad está expuesta a la amenaza permanente de una pandemia, aunque la del coronavirus actual ha superado absolutamente los límites de lo imaginable, e incluso de lo creíble, a nivel mundial. La situación es dramática en todos los ámbitos de la sociedad: miles de fallecimientos en condiciones que nadie hubiera deseado, empresas sin actividad que pueden quebrar, turistas perdidos en diferentes lugares del mundo sin opción a regresar a sus casas… Y ahora, ¿quién se hace cargo de todo esto?
Empezando por los más directamente afectados, los seguros de salud, que tienen que dar cobertura a cualquier enfermedad sobrevenida, si bien pueden quedar excluidas las pruebas no previstas y excepcionales, como es el caso de la del coronavirus. Aquellos usuarios que cuenten con pólizas de reembolso probablemente podrán recuperar una parte del coste de su realización, pero la otra parte deberán asumirla de su bolsillo.
Otro tipo de seguros puestos contra las cuerdas son los de asistencia en viaje. A priori, cabe pensar que las cancelaciones de vuelos, retrasos, pérdidas de equipaje y otras eventualidades específicamente indicadas en las pólizas estarán cubiertas; ahora bien, una repatriación de urgencia con motivo de pandemias no está contemplada, y por lo tanto, las compañías aseguradoras no cubrirán los gastos de un regreso anticipado por este concepto.
Las coberturas de muchos seguros de vida suelen incorporar exclusiones con respecto a las causas de fallecimiento, y las pandemias están generalmente excluidas, o al menos no claramente incluidas. Muchas compañías ya se han anticipado al incluir específicamente la cobertura de fallecimiento por este concepto como estrategia comercial.
También los seguros de vida ahorro se ven afectados, pues muchas personas incluidas en los numerosos ERTE necesitarán liquidez, lo que puede implicar que se vean obligados a dejar de cumplir con las aportaciones periódicas acordadas, o incluso rescatar su patrimonio. Algunas empresas del sector están dando facilidades en estos momentos, permitiendo hacer ambas cosas sin penalizaciones.
Podríamos seguir enumerando diferentes tipos de pólizas con coberturas para la pérdida de beneficios en las empresas, protección de pagos, crédito, etc. que tampoco van a dar el apoyo que necesitan los damnificados por el decreto de estado de alarma sanitaria. Incluso los seguros de riesgos especiales, como los que proporcionamos desde Watch&Act Protection Services a profesionales que van a visitar países conflictivos, y que incluyen coberturas relacionadas con la seguridad física y patrimonial por motivo de secuestro, rescate y extorsión para ellos y sus familias, pero no la repatriación a causa de una pandemia.
Todo esto invita, inevitablemente, a una profunda reflexión al sector asegurador. Esta crisis va a marcar un antes y un después en muchos aspectos de la vida tal y como la conocíamos, a nivel global. Nos hemos visto tan expuestos, tan vulnerables, que a partir de ahora buscaremos más garantías que nos permitan sentirnos más seguros si tenemos que volver a enfrentarnos a unas circunstancias similares.
Queremos viajar, por ocio o por negocio, sabiendo que no nos quedaremos tirados en el país de destino sin opción a ser repatriados si el mundo vuelve a paralizarse por una nueva pandemia. Querremos que nuestro seguro de salud nos cubra también una prueba médica que diagnostique si nos hemos contagiado por un virus desconocido, que llegado el caso nuestra póliza de vida nos asegure el fallecimiento por esta causa, que nuestra empresa esté cubierta ante eventualidades surgidas por un nuevo decreto de estado de alarma…
A la hora de contratar un seguro, el asegurado tiene derecho a elegir las coberturas que le interesan y a pagar el importe de su póliza en función de las elegidas, pero debería también tener derecho a elegir sentirse seguro ante una situación de pandemia. Pagando lo que sea necesario, sin duda, pero cubierto. Entre las muchas cosas que el COVID-19 cambiará en nuestra sociedad, esperemos que esta sea una de ellas.
Fuente: byzness.elperiodico.com